miércoles, 19 de junio de 2013

... La chica que guardaba un secreto...

Adicta a la tinta... refrenaba sus impulsos de marcar su piel cada vez que pasaba por ese estudio de Malasaña.

Ese dragón le recordaba cada día algo... Su historia. El por qué de su armadura a color. Armadura que ni las lágrimas más sentidas habían conseguido desintegrar.

El dragón la hacía más fuerte. La hacía inmune...

Inmune a él. Inmune al pasado.

Pero toda vacuna tiene puntos ciegos... Y en esos puntos ciegos, el cuerpo se debilita... dejando que la mente haga su trabajo fluyendo sin filtro y sin dejar paso a la razón.

Aquel día de enero hacía frío... Y ella, la chica del dragón escondido, no pudo evitar querer entrar a verlo. A mirarlo a los ojos. A decirle la verdad.

Pero no estaba. 

Una rubia nerviosa le dijo que hoy, León, no había ido a trabajar...

Pero la chica del dragón sabía que algo extraño pasaba. Lo intuía. Lo olía. Lo sentía.

León andaba metido en problemas, como era habitual. Pero esta vez, qué problemas eran la causa de su abandono de rutina... (Para él, la rutina era su religión, su política.Su alma.)

De repente, lo vio claro. Ella había vuelto. Y lo había enredado en su espiral de autodestrucción. Sólo ella era capaz de desestabilizar a León y desarmarlo por completo.

Ella. La que la atacó enloquecida y lanzó una cerilla a sus pantalones, quemando la parte de su cuerpo que hoy cubre el dragón.

Se despidió de la rubia, dejando una nota para León:

"Me marcho de Madrid. Y no viajaré sola... Me llevo una historia en mi memoria que aún desconoces. Cuando estés preparado para escucharme, búscame. Ya sabes dónde.
No te culpo papá."



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